lunes, 30 de agosto de 2010

LOS GUARANÍES: EL MAÍZ

Hace mucho tiempo, hubo una gran sequía. Casi no había agua en los ríos, los peces habían muerto y los cazadores no encontraban nada para alimentar a sus familias. El Dios Tupa no escuchaba las oraciones desesperadas de las personas.

Dos jóvenes guerreros, Avati y Ñegrave, expresaron a viva voz que les gustaría dar sus vidas para que acabara la sequía. Apareció una persona que dijo que Dios le había enviado para buscar un hombre en la tierra que estaría dispuesto a dar su vida por los otros, porque así Dios haría crecer una planta, que sacaría el hambre, en el cuerpo sacrificado.

Los dos jóvenes aceptaron, pero no era necesario el sacrificio de los dos. El que quedara vivo, debería encontrar un sitio para enterrar al otro. Avati fue elegido. Ñegrave se despidió de Avati llorando y así lo enterró.

Ñegrave siguió llorando al visitar Avati y regaba su tumba todos los días con un poco de agua que aún había en el río. Hasta que un día la promesa se cumplió. De la tierra que cubría a Avati empezó a crecer una desconocida planta, cuyos frutos eran sabrosos y nutritivos: el maíz.

El desconocido mensajero de Dios regresó y comunicó que por voluntad del Dios, el generoso Avati viviría para siempre mientras se cultivara el maíz, que sigue alimentando a los guaraníes desde entonces.

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